Enfermedad Inflamatoria intestinal idiopática felina.

 

El término enfermedad inflamatoria intestinal (EII) idiopática hace referencia a un grupo de trastornos gastrointestinales idiopáticos. La etiología de la EII felina sigue siendo desconocida en gran medida. Los gatos afectados por EII suelen ser animales de mediana edad o de edad avanzada, pero el intervalo de edad es amplio e incluye también animales muy jóvenes.

No existe predisposición racial ni por sexo, aunque los gatos de la raza, Siamés, Persa o Himalayo podrían tener un riesgo mayor. 

Los signos observados con más frecuencia son los vómitos, diarrea, pérdida de peso y anorexia. Sin embargo, algunos gatos pueden tener un apetito normal o aumentado y muchos gatos, a diferencia de los perros, no tendrán diarrea en el momento de la presentación. A menudo muestran signos irregulares que aparecen y desaparecen, y es posible que los propietarios acudan al veterinario cuando la enfermedad ya está en fase avanzada. La EII puede clasificarse como gastrointestinal superior o inferior en función de los signos clínicos. 

Los vómitos y pérdida de peso sugieren una enfermedad gastrointestinal superior, mientras que la presencia de sangre en heces, heces con moco y signos de micción con urgencia, suelen atribuirse a la enfermedad gastrointestinal inferior. Sin embargo, los signos clínicos por sí solos no bastan para localizar definitivamente la enfermedad. Los gatos con EII pueden tener a menudo inflamación secundaria del colon. 

La exploración física de los gatos con enfermedad inflamatoria intestinal suele ser normal. Entre los resultados anómalos se cuentan la pérdida de peso, la deshidratación, el engrosamiento de las asas intestinales o el dolor abdominal. De nuevo, los resultados de la exploración física en los gatos con linfoma alimentario pueden ser idénticos. La palpación en busca de nódulos tiroideos y la exploración bucal en busca de cuerpos extraños deben formar parte de todas las exploraciones, en especial en los gatos con este tipo de signos clínicos.

 

-Diagnóstico

El enfoque diagnóstico recomendado para los gatos con sospecha de EII se muestra en la Tabla 2. Los signos pueden ser muy inespecíficos y la primera etapa consiste en descartar enfermedades que pueden cursar con un cuadro clínico similar. Otras enfermedades gastrointestinales, como la reacción adversa al alimento, infestación parasitaria, infección bacteriana, infección fúngica y neoplasia intestinal, pueden presentarse con los mismos signos clínicos. 

Otros diagnósticos diferenciales son algunas enfermedades que se originan fuera del tracto digestivo, como el hipertiroidismo, diabetes mellitus, enfermedad renal crónica, hepatopatías, pancreatitis, infecciones víricas (coronavirus, retrovirus y panleucopenia) y enfermedades causadas por Dirofilarias.

 

-Pruebas de laboratorio

☑La analítica inicial debe incluir un análisis hematológico y de bioquímica sanguínea completos, pruebas de virus FeLV/VIF, concentración sérica de tiroxina, inmunorreactividad frente a la lipasa pancreática felina (fPLI) y análisis fecal.

☑Las anomalías en el hemograma pueden consistir en anemia, hemoconcentración, leucocitosis, leucopenia, eosinofilia, basofilia y neutrofilia con o sin desviación a la izquierda. Puede observarse eosinofilia en asociación con gastroenterocolitis eosinofílica. El panel bioquímico puede revelar anomalías en el colesterol, potasio, las proteínas y las enzimas hepáticas. 

La hipocolesterolemia ha sido la anomalía bioquímica más frecuente en una serie de casos y puede deberse a malabsorción. La hipopotasemia puede producirse de manera secundaria a la diarrea. La hiperproteinemia puede observarse con deshidratación o inflamación crónica. La hipoproteinemia puede deberse a anorexia, malabsorción o pérdida de proteínas en el tubo digestivo. La hipoproteinemia, sin embargo, es mucho menos frecuente en gatos que en perros. 

Podría producirse un aumento de la actividad sérica de la alanina aminotransferasa (ALT) y de la fosfatasa alcalina (ALP) debido al aumento de la permeabilidad intestinal asociada a la inflamación y la presencia de microorganismos, mediadores de la inflamación o endotoxinas en la sangre portal. El aumento de la ALT puede ser más común en gatos con linfoma alimentario que en gatos con enfermedad inflamatoria intestinal. Puede haber una colangiohepatitis o una pancreatitis simultáneas junto con la EII felina.

☑Debe realizarse la prueba de flotación fecal y un frotis con una muestra reciente de heces, si es posible.

 

-Diagnóstico por imagen

Puede estar indicada la realización de radiografías abdominales si se sospecha una obstrucción parcial crónica o una masa intraabdominal. Normalmente las radiografías abdominales no permiten descartar con mucha sensibilidad enfermedades como, la enfermedad renal crónica, hepatopatías o pancreatitis, y suele preferirse una ecografía abdominal.

 

-Ecografía abdominal.

Pueden observarse la distribución irregular de las capas de la pared intestinal, engrosamiento focal y linfonodos mesentéricos hipoecogénicos o de gran tamaño. Los resultados ecográficos de los gatos con EII y los de gatos con linfoma alimentario pueden resultar indistinguibles. Sin embargo, un aumento de tamaño de los linfonodos puede proporcionar la oportunidad de diagnosticar un linfoma mediante aspiración con aguja fina guiada por ecografía antes de emprender procedimientos más traumáticos. Además, la ecografía puede ayudar a decidir la siguiente etapa diagnóstica, ya que los cambios difusos pueden ser más accesibles con la biopsia endoscópica, en comparación con las lesiones focales u obstructivas, que son más adecuadas para la cirugía.

 

-Prueba de eliminación alimentaria.

Es muy recomendable realizar una prueba de eliminación con una dieta a base de proteína novel o hidrolizada, antes de proceder a realizar procedimientos diagnósticos más traumáticos. Si el paciente no mejora en un período de 5 a 7 días, deben considerarse otras pruebas diagnósticas o un tratamiento.

 

-Biopsia endoscópica o quirúrgica.

Una vez descartadas de manera sistemática la infestación intestinal por parásitos, la infección fúngica, reacción adversa al alimento o cualquier enfermedad extragastrointestinal, quedan todavía dos enfermedades en la lista de los diagnósticos diferenciales: la enfermedad

inflamatoria intestinal y el linfoma gastrointestinal. La obtención de biopsias de mucosa es fundamental para el diagnóstico de cualquiera de las enfermedades.

En un gato con signos de intestino grueso, se preferiría una endoscopia para obtener muestras del colon, sin embargo, es preferible una laparotomía exploratoria si se desean también biopsias intestinales de grosor completo, biopsias hepáticas o biopsias pancreáticas. Por otro lado, una laparotomía es más invasiva y menos adecuada para los pacientes muy debilitados o para aquellos que precisen un tratamiento inmunodepresor inmediato con esteroides, que puede retrasar la cicatrización.

 

-Tratamiento

El tratamiento es mejor iniciarlo una vez se haya obtenido el diagnóstico histológico de EII. En gatos con signos clínicos compatibles con EII que no pueden someterse a un estudio completo por razones económicas o médicas puede considerarse el tratamiento empírico. Con o sin un diagnóstico histológico, el cliente debe saber desde el principio del tratamiento que no hay cura para la EII y que probablemente se precisen ajustes del control y tratamiento para el resto de la vida del gato. Un propietario con dedicación y control, puede tener un efecto positivo sobre el pronóstico final del caso. Alternativamente un incumplimiento o una supervisión más escasa pueden hacer que esta enfermedad sea muy difícil o incluso imposible de controlar.

 

-Dieta

Una dieta de proteína novel o de péptidos hidrolizados muy digestibles es ideal. Una mayor absorción provoca una mejor nutrición, reduce la disponibilidad de substratos para las bacterias intestinales y reduce el potencial osmótico. El uso de dietas muy ricas en fibra en gatos con EII es controvertido, pero puede estar indicado si predominan los signos del intestino grueso. Se desconoce si son más beneficiosas las fibras de poca o de mucha solubilidad. Las fibras poco solubles, como la celulosa, se cree que aumentan la masa y la unión de líquidos no absorbidos, contribuyendo así a la regulación de la motilidad. Las fibras muy solubles, como la remolacha, al fermentar por las bacterias intestinales generan ácidos grasos de cadena corta, que nutren al colon y alteran el crecimiento de las bacterias patógenas. Algunas dietas contienen ácidos grasos omega-3 añadidos para reducir los sustratos para la síntesis de prostaglandinas y leucotrienos inflamatorios. La adición de probióticos puede ser una opción de tratamiento para gatos con EII.

 

-Inmunosupresores o antiinflamatorios

Además del tratamiento alimentario con una dieta con proteína novel o con péptidos hidrolizados, el soporte principal del tratamiento de una enfermedad inflamatoria intestinal es la inmunosupresión. Suele preferirse la prednisolona sobre la prednisona ya que su biodisponibilidad en gatos es mayor, y se administra en una dosis de 4 mg/kg por vía oral (una vez al día o dividida en dos dosis diarias) durante 10 días. A continuación, la dosis se reduce a la mitad cada 10-14 días. El objetivo final es mantener al gato con la menor dosis eficaz o incluso considerar la interrupción del tratamiento con esteroides.

Si el propietario no es capaz de proporcionar los comprimidos al gato, puede utilizarse acetato de metilprednisolona en una dosis de 10 mg/kg por vía subcutánea cada 2-4 semanas y reducirla gradualmente hasta administrarla cada 4-8 semanas, aunque los esteroides de reposición no parecen muy satisfactorios según la experiencia de los autores y pueden causar más efectos secundarios.

Otros inmunosupresores utilizados en los casos que no responden al tratamiento son el clorambucilo y la ciclosporina.

 

-Inmunomoduladores/Antibióticos

Los antibióticos pueden ser útiles en el tratamiento de los microorganismos patógenos no diagnosticados o en la reducción de los antígenos bacterianos que intervienen en la inflamación patógena. El antibiótico utilizado con más frecuencia en la EII felina es el metronidazol, que también inhibe la inmunidad mediada por células y se utiliza a una dosis menor que la utilizada para tratar giardias. Es muy importante descartar una infección por giardias, dado que Giardia puede volverse resistente a dosis bajas de metronidazol, este tratamiento no debe instituirse sin descartar primero esta infección. 

Se sospecha que las interacciones patológicas entre la flora bacteriana intestinal y el sistema inmunitario innato o adquirido desempeñan un papel en la patogenia de la EII entre especies. En perros, se ha demostrado que la colitis granulomatosa está asociada con E. coli y que responde a las fluoroquinolonas. En gatos con EII, se demostró una correlación entre E. coli y clostridios asociados a la mucosa y la actividad de la enfermedad clínica. Si bien parece indicado realizar más estudios para aclarar la relación entre las bacterias de la mucosa y la EII felina.

 

-Aporte de suplementos vitamínicos

Se ha demostrado que la deficiencia de cobalamina (vitamina B12) puede ser una consecuencia de la enfermedad gastrointestinal debido a una disminución de la absorción en el íleon. Esto puede confirmarse fácilmente evaluando la concentración sérica de cobalamina.

La vitamina B12 interviene en diversas vías importantes del metabolismo intermedio, mediante el cual se convierten los nutrientes en componentes celulares. Los gatos con carencia de vitamina B12 pueden experimentar un retraso de su recuperación o un fracaso del tratamiento después de una terapia inmunosupresora. La cobalamina debe administrarse por vía parenteral en una dosis de 250 microgramos por vía subcutánea. También se ha sugerido que el aporte de vitamina K1 puede ser beneficioso en los gatos con una EII severa y una función de absorción anómala. 

 

-Pronóstico

Los propietarios deben entender que la EII felina es una enfermedad que puede controlarse, pero no curarse.

 

Autores: 👩‍⚕DVM Dionne Ferguson. 👨‍⚕DVM DACVIM, DECVIM-CA Fréderic Gaschen.

Revista: Veterinary Focus. Vol 19 N°2.